Al Pueblo Venezolano

Al pueblo venezolano. A los poderes públicos de la República Bolivariana de Venezuela. Transcurridos tres meses desde que expusimos a través de los medios alternativos al país y al mundo la gravísima situación que padecemos todos los venezolanos, la misma se ha agravado peligrosamente convirtiéndose en un completo caos, expresado en la crisis económica brutal que sufrimos, la delincuencia que a diario asesina impunemente, el colapso de los servicios públicos y la violación descarada de principios constitucionales.

Voces de alerta de venezolanos angustiados por evitar más deterioro, de la comunidad internacional y de funcionarios de países amigos, caen en saco roto sin ningún tipo de intención de enmienda para lograr la gobernabilidad, la paz y el bienestar tan anhelados por los ciudadanos. El Proceso Constituyente, para nuestro pueblo fue, es y será, la oportunidad para que como iguales, con mucha fe, optimismo y entusiasmo en el porvenir decidamos el modelo de república que pueda materializar progreso, seguridad y bienestar para todos los venezolanos.

Ni más ni menos como decimos en criollo, llegamos al llegadero, y en nuestra democracia la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce directamente y que además los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos, mucho más cuando nuestra Constitución lo establece clara y expresamente en su articulado.

El Referendo Revocatorio, novel y extraordinario derecho político expresado en nuestra Carta Magna para afianzar la voluntad de las mayorías y con ella la soberanía popular, hoy luce pateado y burlado por algunos que hace más de tres lustros, manifestaban fervientemente a favor de su aprobación. El Referendo Revocatorio no es propiedad de ningún grupo político, ni de la oposición y sus intereses; ni del gobierno y su poder abusivo, y mucho menos de los intereses extranjeros que están expoliando nuestras riquezas.

Es un derecho constitucional consagrado en los artículos 70 y 72 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de manera clara e inequívoca. Por ello es indignante que funcionarios del gobierno y del propio CNE expresen con burla que no habrá referendo este año.

¿Es miedo y cobardía a medirse ante la voluntad popular?¿O es apoyarse en unos cada día más cuestionados CNE y TSJ para intentar ganar tiempo y seguir abusando, atropellando y disfrutando de las mieles del poder? Aquí ningún venezolano debería temerle al Referendo Revocatorio, a menos que esté seguro que perderá prebendas y se abrirá paso a la anhelada justicia.

Ningún civil o militar, con o sin autoridad, debería entonces negar la posibilidad de que sea el propio pueblo venezolano, en quien reside la soberanía, que active los mecanismos constitucionales que le permitan superar esta espantosa situación actual, en paz, en democracia. La revocatoria del mandato fue una de las banderas fundamentales de la rebelión militar del 4 de febrero de 1992.

Quienes dicen defender el legado de Hugo Chávez deberían aprender de su actitud cuando en 2004 aceptó gallardamente ir a un referendo revocatorio y reiteró ser un apasionado defensor de esa idea. El Estado venezolano, y particularmente, el gobierno, debería ser el más interesado en garantizar la paz.

Tristemente, vemos a diario cómo por el contrario, el gobierno es el que se empeña en obstaculizar los caminos democráticos y constitucionales, y en permanente demostración de abuso, autoritarismo y falta de escrúpulos, en sintonía con una incapacidad extrema para resolver los ingentes problemas que padecemos, abona el camino para la violencia, algo que lamentablemente, algunos actores de la oposición parecieran empeñados también en materializar.

El Decreto de Estado de Excepción y Emergencia económica, está basado en una serie de presupuestos expresados en sus considerandos, que no son más que una nueva muestra de falsedad y manipulación, con lo que el gobierno demuestra una vez más su carácter mentiroso, abusivo, autocrático y de irrespeto al pueblo venezolano, insistiendo en crear y hablar de guerras y enemigos externos e internos para tapar su ineptitud y las corruptelas de funcionarios y allegados en la más grande estafa política de la historia venezolana.

Quedó demostrada la total incapacidad de lograr algún efecto positivo a través de los tan promocionados 14 motores y el anterior decreto de emergencia económica durante los 60 días que tuvo vigencia. Ahora el gobierno más allá de prorrogar ese adefesio le añade el carácter de estado de excepción, con lo que aspira justificar los atropellos, violaciones a los Derechos Humanos y acentuar la criminalización de la protesta, demostrando de hecho el desprecio profundo que sienten por la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, por la democracia y por la sociedad venezolana.

Pretende este gobierno ilegítimo erigirse sobre las bombas lacrimógenas y bayonetas de sus órganos represivos, afianzado con espurias actuaciones de lo que debería ser el más alto tribunal de la República y ha devenido en verdugo de la institucionalidad venezolana, además del pranato delictual que campea impunemente en el país, intentando acallar el disenso creciente, el reclamo popular y peor aún, el hambre generalizada, el caos de los servicios públicos y la criminal situación de la salud en nuestro país.

En otras palabras, caretas afuera, el gobierno pretende y actúa anulando de hecho la vigencia de nuestra Carta Fundamental. Es tal la hipersensibilidad del venezolano común, que ante la sentencia del TSJ publicada en Gaceta Oficial 40.909, al establecer “con carácter vinculante” que si una persona posee “múltiples nacionalidades” y una de ellas es la venezolana “será ésta la que tenga prevalencia en todo lo concerniente al régimen jurídico aplicable a la misma”, surge suspicazmente la pregunta de si pretenderán agarrarse de esta sentencia para allanar el camino para la violación de los artículos 41 y 227 de la Carta Magna, específicamente ante la incertidumbre (¡el colmo!) de la nacionalidad del ciudadano Nicolás Maduro Moros.

Usted y su gobierno, Presidente Maduro, deberían de una vez por todas hablarle claro al país y dejar sus burlas y su cinismo, expresando lo que muchos sabemos: esto no es revolución, ni es socialismo y muchísimo menos tiene que ver con ideas bolivarianas.

Díganle al país que no le da la menor gana acatar la Constitución y que Usted, su TSJ y su CNE, su partido y la fracción militar y policial en las que se apoya, están por encima de la Constitución y de la voluntad de las mayorías populares, que no va a renunciar ni va a mostrar su partida de nacimiento, que no le importa el hambre que está pasando el pueblo y que van a seguir impulsando el enfrentamiento de pobres contra pobres para saciar su resentimiento, su mezquindad y garantizar aferrarse al poder y disfrutar con soberbia, arrogancia y descaro, las fortunas que algunos han amasado groseramente, derivadas del saqueo al tesoro nacional y del narcotráfico, entre muchas otras actividades delincuenciales.

Vergüenza debería darles, pero definitivamente no saben ni les interesa el significado de esa palabra. Sigan hablando de lealtad, hablen de legado, hablen de patria, mientras con descaro siguen burlándose grotescamente de los venezolanos haciendo todo lo posible por acabar con Venezuela. Venezolanos, venezolanas: llegó el momento de que cada quien asuma su responsabilidad en esta hora crítica que padecemos.

Es imprescindible la unión de todos para enfrentar tanta burla, humillación, mentira y el grotesco intento de algunos de perpetuarse en el poder a como dé lugar. Hacemos un llamado sincero a deponer sectarismos e intereses particulares y grupales, a entender el compromiso que tenemos con nuestro futuro, con nuestros hijos, con nuestros nietos, para materializar la salvación nacional y evitar un desenlace fratricida que termine de arrasar con nuestra amada Venezuela.

No son extranjeros los que van a resolver esta situación, tenemos que ser nosotros los venezolanos, que erigiendo como bandera la Constitución, reclamando su defensa, respeto y vigencia, superemos esta pesadilla y podamos reconocernos y reconciliarnos para reconstruir, ladrillo a ladrillo, entre todos, la Venezuela que nos merecemos. Que sea el pueblo venezolano, el soberano, quien diga si quiere salir de esta pesadilla o no.